viernes, 30 de enero de 2009

Oración al arbol




Tú que pasas y levantas
contra mí tu brazo,
que inconsciente me zarandeas,
antes de hacerme daño,
mírame bien.

Yo soy el armazón de tu cuna,
la madera de tu barca,
la tabla de tu mesa,
la puerta de tu casa,
la viga que sostiene tu techo,
la cama en que descansas.

Yo soy el mango de tu herramienta,
el bastón de tu vejez
el mástil de tus ilusiones y esperanzas.

Yo soy el fruto que te nutre
y calma tu sed

la sombra bienhechora que te cobija
contra los ardores del sol,
el refugio bondadoso de los pájaros,
que alegran con su canto tus horas
y que limpian tus campos de insectos.

Yo soy la hermosura del paisaje,
el encanto de tu huerta,
la señal de la montaña,
el lindero del camino.
Yo soy el calor de tu hogar
en las noches largas y frías del Invierno;
el perfume que embalsama a todas horas
el aire que respiras,
el oxígeno que vivifica tu sangre,
la salud de tu cuerpo
y la alegría de tu alma;
y hasta el fín,
yo soy el ataúd
que te acompaña al seno de la tierra.

Por todo eso,
tú que me miras,
tú que me plantaste,
tú que me diste el ser y,
puedes llamarme hijo...
óyeme bien,
mírame bien...
¡y no me hagas daño!


Rabindranath Tagore